“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:12-13).
El apóstol Pablo dirige su carta a los corintios para tratar de poner orden en una iglesia que se estaba dejando llevar por los liderazgos humanos y las divisiones (1 Co. 10:17). Aunque esta comunidad estaba llena de dones espirituales, parecía ser un entorno en el que existía un gran desorden en todos los aspectos e incluso toleraba el pecado entre sus miembros (1 Co. 5). Toda la carta de Pablo está orientada a desmontar prácticas y creencias equivocadas que se habían introducido entre los hermanos.
Pablo enseña claramente cuáles son los fundamentos del evangelio que él está predicando. En este fragmento, Pablo se desentiende de las “palabras persuasivas de sabiduría humana” como el método más adecuado para entender y hablar sobre las cosas de Dios. En la iglesia las cosas deben funcionar de otra manera. El desarrollo de la iglesia está ligado a la sabiduría de Dios, que Pablo define como “misterio”, “oculta” y “que Dios “predestinó antes de los siglos para nuestra gloria”.
Muchas veces pensamos que no tenemos acceso a una gran cantidad de misterios que nos serían muy útiles en nuestro caminar diario. Ante la incertidumbre de comprender con un poco de claridad lo que está pasando, sabemos que la solución es movernos por fe y recordar que Dios tiene pensamientos más altos que nosotros y tiene un plan para nuestras vidas que nosotros no sabemos.
Sin embargo, aunque es cierto que no lo sabemos todo a priori, no estamos viviendo en una oscuridad absoluta. Jesús rasgó el velo de separación que nos distanciaba del Padre. El Espíritu de Dios, que está en nosotros, conoce las cosas de Dios (con todo detalle) y ha sido enviado a nosotros, entre otras razones, para “enseñarnos todas las cosas”. El texto de Corintios dice claramente: “para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”. La voluntad de Dios para nosotros no es que vivamos en un continuo desconocimiento de la verdad, lo que nos llevaría a desanimarnos, abrumados por tal multitud de misterios y cosas inexplicables. Dios quiere que le conozcamos y ese ha sido su propósito desde el principio.
Una de las razones por las que no podemos conocer todas las cosas de Dios es porque, aunque tenemos el Espíritu, aún estamos viviendo en un cuerpo mortal y sólo vemos “oscuramente, como en un espejo”. Pero también puede ser porque aún no estemos hablando en el lenguaje del espíritu y mezclemos ideas naturales con sabiduría espiritual. Probablemente sea imposible no hacerlo durante el proceso de aprendizaje. Pero Dios va a ir limando poco a poco nuestras inexactitudes. Pensemos en un niño que estuviera aprendiendo hablar: al principio, su vocabulario es muy limitado y seguramente no entienda todo lo que le dicen sus padres. ¡Pero es que tiene que escuchar su voz para aprender a hablar!